LO QUE DEPARA EL FUTURO EN MATERIA DE NECESIDADES BÁSICAS

(Por Ramón D. Marín)

Rollos hechos con billetes en dolares de diferentes denominaciones, arrumados en forma piramidal

En días recientes recibí un video (https://www.facebook.com/juancarlosyepesnegociosentm/videos/10155501506324579/) que corre por las redes sociales, lo cual fue una gran suerte porque, al verlo, no pude resistir la tentación de escribir estos apuntes que creo valen la pena. En ellos se recogen unas cuantas chifladuras (tal vez debería decir corazonadas) que han estado flotando en el ambiente desde hace una buena cantidad de añejos. ¡Oh, cuánto quisiera ser Albert Einstein, Bill Gates, o Donald Trump para convertirlos en una ecuación matemática, sociológica o política y en resultados de la vida real!

En el video, se habla de una ecuación al parecer común en algunos libros y redes sociales:

Suerte = preparación + oportunidad.

Esta ecuación (si es una ecuación) la usan especialmente en los discursos de auto ayuda para demostrar que la suerte no existe y que lo que se debe hacer para alcanzar el éxito es prepararse y aprovechar las oportunidades.

El conferenciante del video que yo tuve la suerte de recibir, por el contrario, utiliza la ecuación para deducir, después de algunas operaciones, al parecer matemáticas; que las oportunidades y el azar no tienen (o no deben tener) nada que ver con el éxito y que éste es únicamente resultado de la preparación. Suena hasta bonito; de hecho el video pudo haber sido hecho con la intención de motivar a que las personas se preparen más.

En apariencia, sólo una persona negativa le encontraría el lado flaco al mensaje. Sin embargo, lo que el suscrito está tratando de hacer no es buscarle el lado flaco a la cuestión, sino que no quise desperdiciar esta oportunidad para juntar las piezas de un rompecabezas que tal vez tenga sentido y encuentre quienes estén de acuerdo con él.

El detonante que me trajo hasta aquí, fue la palabra “oportunidades”. Al escucharla, inmediatamente se dispararon las alarmas: no pude evitar sentir el dolor de pobre, recordando que pal pobre no hay oportunidades, tampoco preparación (ni preparación que valga) porque no tenemos acceso a la educación (y no tenemos esto, ni tenemos aquello, ni lo otro ni lo d más allá...). Aun si tuviesen mucha preparación, es obvio que los hijos de nosotros, los pobres, no tienen las mismas oportunidades que los hijos de Bill Gates o de Cesar Gaviria.[2]

Y continuando con la desigualdad, ¡qué decir de las oportunidades que tienen los que nacieron genios vs las oportunidades de los que nacimos promediecitos (o menos que promediecitos); especialmente si a eso le sumamos el haber nacido en un país del tercer mundo! Igual preparación (y esfuerzo) de nosotros, los pobres y promediecitos, no nos da las mismas oportunidades que a los genios y a los ricos.

Sin embargo, el video prácticamente concluye que todos tenemos las mismas oportunidades en la vida, pero ni las matemáticas ni los más vendidos libros de auto ayuda nos harían creer una mentira (o falta de observación) de tal magnitud.

Por alguna razón desconocida, Dios no nos hizo a todos igualitos, como hechos con el mismo molde, pero estoy seguro de que nada lo haría más feliz que el que la cuestión se arreglase (lo más pronto posible) de tal manera que todos tengamos las mismas oportunidades en la vida. Dios seguramente pensó: "No se puede hacerlos a todos igualitos, pero pa’eso les voy a regalar la inteligencia y el corazón; y a unos cuantos los voy a hacer genios pa’que ayuden a organizar la vaina".

Como el mundo no necesita que todos seamos presidentes, entonces por lo menos debemos solucionar el problema de la consecución del sustento diario. Pero al parecer la cosa es muy dura de arreglar porque los que toman las decisiones no son los genios sino los dueños del capital. No es que a los genios no se les haya prendido el bombillito sino que no los ha dejado la codicia y la maldad de los que han ostentado el poder.

Mi opinión es que las desigualdades propias del mundo real deben ser alivianadas haciendo uso del ingenio del ser humano, la capacidad de organización y movilización y la bondad y compasión abundantes en el corazón de los seres humanos. Existen recursos suficientes en el planeta y suficientes personas dolidas por la pobreza y la desigualdad como para que a nadie le toque sufrir de necesidades básicas insatisfechas; pero la mezquindad de unos cuantos ha podido más.

Tengo el firme convencimiento de que las leyes de Dios, las leyes del Universo, las leyes de la ética y moral, la carta de los derechos humanos, todos los pobres y en situación de desventaja, todos los justos y todos los seres del espacio interestelar darían su aprobación a la afirmación de que los que resultaron más favorecidos en las reparticiones que ha habido y siguen habiendo en la lotería de la vida tienen la obligación moral y divina (y deberían tener la obligación legal y constitucional) de ayudar a que las necesidades básicas de los menos favorecidos (pobres y promediecitos y tantos otros que nos tocó la peor parte) sean satisfechas adecuadamente.

Y esto cuenta no sólo para individuos sino también para naciones. Deben encontrarse mecanismos para que las bondades y beneficios proporcionados por los bienes y recursos del planeta alcancen también a los menos favorecidos de todos los países. Y no se trata de limosna ni ayudas aisladas o voluntarias, sino de planeación con obligaciones exactas, contempladas en leyes globales y nacionales, las cuales todavía no existen (o sea que faltan); y no es porque a nadie se le hayan ocurrido todavía, sino porque los sabelotodos dueños del capital no han permitido que las ideas libertarias e igualitarias florezcan.

Yo, en medio de mi ingenuidad, mi promediecidad, mis plegarias por un mundo justo y mi capacidad para soportar las lluvias de tomates y tal vez de burlas y rechiflas; me atrevo a afirmar que todos aquellos que tienen un sueldo por encima del salario mínimo deben tener la obligación de hacer su aporte económico tanto como los Ronaldo, las Shakira y los Bill Gates.

Ya escucho las voces preguntando: ¿Y por qué tengo yo que arreglarles el problema a los demás? Si se necesitan recursos para los menos favorecidos, entonces esos recursos deben salir de alguna parte. No existe una varita mágica, ni Dios tiene un depósito de dinero. Insisto en que Dios dio suficiente para todos, que Él quiere que arreglemos la cuestión y que no hay otra solución excepto que los que salieron mejor favorecidos tengan el sagrado deber de proveer para los menos favorecidos.

¿De qué sirve vivir en comunidad si esa comunidad no está construida para cuidarse unos a otros, sino para pisotearse o hacerse trampa unos a otros? Es obligación moral del estado y de los que han sido beneficiados en la repartición del poder velar por ese porcentaje de la población que salimos tumba’os en las loterías natural y económica.

Entre los más afortunados de todos los países hay muchos que ya asumen esa“obligación/deber”. Así es como han nacido muchas fundaciones (golondrinas solitarias), cuyos esfuerzos por mejorar el mundo se quedan cortos ante las muchas injusticias, desigualdades y carencias del mundo real.

Pero la labor de mejorar el mundo no debe ser tarea de unos pocos; ni una decisión que alguien decida tomar en solitario. Si el aporte es de todos, el peso de la obligación se va a alivianar. Tampoco debe suceder en unos lugares del planeta, mientras en otros se da rienda suelta al hambre y la deprivación. Los encargados de tomar las decisiones políticas y legislativas, tanto a nivel nacional como global, tienen que promulgar las leyes y tomar las medidas necesarias para que todos y cada uno de los individuos y organizaciones miembros de las distintas comunidades locales, nacionales y mundiales aporten lo que les corresponde.

Dichos aportes deben ser suficientes para suplir las necesidades básicas de todos y cada uno de nosotros, los susodichos menos favorecidos en todos y cada uno de los países del planeta. Los recursos seguramente deberán estar administrados por alguna junta no gubernamental o por Naciones Unidas porque ya sabemos que el pueblo no confía en las buenas intenciones de los gobiernos.

Pero tristemente, los pobres de hoy (que carecemos de oportunidades y de tantas otras cosas) ya no tenemos más opción que soportar el mundo de ignominia que nos tocó vivir. En cuanto a los que no son pobres tienen (teóricamente) poco de qué lamentarse, o qué temer en materia de deprivaciones; ¿pero qué sabemos de lo que les va a tocar a nuestros hijos, nietos y bisnietos en este desparpajo de desigualdad e injusticia social que construyeron los que les ha correspondido hasta el momento llevar el timón del barco? ¿Qué tal si les toca que la suerte o la preparación no los favorezca? ¿Acaso no preferirían ellos que les tocara vivir en un mundo de hermandad, solidaridad, paz y justicia social?

Afortunadamente, esta elucubración es mucho más que una mirada a la bola de cristal, mucho más que una propuesta nacida de la ingenuidad y la ensoñación. Es un cálculo casi matemático, es la certeza absoluta de que llegará un día en que los buenos y los genios inexorablemente encontremos la manera para que el planeta tome conciencia de que no se puede permitir ya más que la infamia sea aceptada como una ocurrencia natural de la vida diaria; y que, en consecuencia, se empiece a poner orden a la casa, tanto en el plano nacional como global.

Lo dicho aquí es lo más que puede decir un pobre, ignorante, promediecito de a pie como yo. Sabemos que los que toman las decisiones son los dueños del capital, pero, como decía una hormiguita obrera con la fe del carbonero: "yo estoy haciendo mi parte del trabajo".

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