PUGNA EN EL FUTURO
(Por Ramón D. Marín)
Hace algunos años, los expertos presagiaban que el poderío económico de los EEUU sería igualado como pa‘l 2050. Tal parece que este hecho se está comenzando a producir desde ya[*]; con todas las implicaciones que esto probablemente traerá en las balanzas política, tecnológica y militar. El enmarañamiento de la economía y la política globales no es ficción; es tan real como la Torre Eiffel. Cualquiera sea la potencia que sobrepase la hegemonía de los EEUU en el escenario mundial, seguramente una carrera armamentista y guerra fría tendrían lugar; con repercusiones múltiples para la vida de los habitantes del planeta. La nación que tome la delantera tendrá más incidencia en las decisiones que afecten la vida política, militar, social, tecnológica de los habitantes de la Tierra; su modelo económico/social tenderá, tal vez, a imitarse en más y más países cada vez; muy probablemente Hollywood, Disney World, Coca-Cola, McDonalds, Microsoft, Wall Mart, Google entre otros, encontrarán serios contendores en los correspondientes pares provenientes de la nueva superpotencia, etc.
La insuficiencia del actual sistema de Naciones Unidas para solucionar los grandes problemas de la humanidad es también real. Día a día se incrementan las probabilidades de enredamiento del orden mundial (debido como primera medida a la concentración de la riqueza); caso en el cual se haría evidente la falta de un gobierno global fuerte, facultado y preparado para asumir el mando y liderar el retorno a la normalidad.
Muy pronto (según se ha dicho) se comenzará la terraformación y colonización de la luna y seguramente también de planetas como Marte; en cuyo caso se pondría en evidencia la naturaleza inmoral de la exploración espacial privada: el sistema solar y los cuerpos celestes fueron colgados en el oscuro espacio sideral para que todos sus habitantes se beneficiaran de ellos; no solamente para usufructo de unos pocos. No contentos con apoderarse de porciones de lo perteneciente a la humanidad, se van a comenzar a apoderar de planetas enteros.
Pero las cosas no van a seguir funcionando indefinidamente de la manera egoísta como han estado funcionando hasta ahora. La necesidad de arreglar el problema de la creciente brecha entre ricos y pobres (y países ricos y pobres) se hace cada vez más evidente. De no solucionarse, las probabilidades de hambrunas y guerras aumentarían debido a la creciente concentración de capitales; con la nota aclaratoria de que la cuestión se auto regularía a punta de víctimas. Es decir, vuelve y juega el famoso “sálvese quien pueda”. Tal vez deberíamos incluir aquí la discusión sobre la capacidad de unos cuantos para comprar su supervivencia…
El que Naciones Unidas fuese cada vez más un gobierno global nos beneficiaría primeramente a los pobres (individuos y naciones) en razón a la distribución más igualitaria de los recursos y riqueza del planeta. Por esta razón, el Mundo Sin Fronteras y gobierno global se prevén como una lucha de los países pobres necesitándolo/interesándoles el asunto y los países ricos creyendo que no lo necesitan/no les conviene. Esperemos que los ricos de hoy no se olviden de sus hijos y nietos porque el mundo es cambiante y la pobreza muy dura y así como hoy están tapa’os en plata, mañana podrían no estarlo (aunque ya sabemos que la pobreza es hereditaria…).
Pero un enredamiento global, que llevase a catástrofes de gran magnitud, es algo que se puede evitar. ¿Y a quién le corresponde tomar medidas para evitar los enredamientos? Pues ni más ni menos que al líder de la manada. Es obvio, para la mayoría, que el líder de la manada global no es Naciones Unidas. O sea que por A o por B, quien quiera que estuviese posicionado como potencia número 1 en el contexto global sería el país llamado a liderar la lucha por la supervivencia de la especie.
Para que se materializase el Mundo Sin Fronteras, habría varias posibilidades:
Que todos los países del globo se pusiesen de acuerdo (presumiblemente eso podría suceder sólo en el evento de una gran catástrofe [o enredamiento] de proporciones globales), para que el sistema de Naciones Unidas fuese el ente donde verdaderamente se le encuentran soluciones a los grandes problemas que aquejan a la humanidad y que esta organización se pareciese cada vez más a un gobierno global (y el mundo cada vez más a un Mundo Sin Fronteras) que a una aglomeración de grupos de personas sin cohesión.
Que un acuerdo regional llegara a convertirse en global. Presumiblemente sólo en el evento de una gran catástrofe (o enredamiento) de proporciones globales. La Unión Europea es, al parecer, un paso adelante en esta dirección; aunque dista mucho de los ideales del Mundo Sin Fronteras.
Que algún país, que se considerase con derecho a liderar el proceso (por ejemplo los EEUU), tuviese la constitución y las leyes (y la voluntad de solucionar uno de los más grandes problemas que aquejan a la humanidad; el cual es el de la brecha entre países ricos y pobres), de tal manera que otros países pudieran formar parte (de manera justa e igualitaria) de una unión o alianza (la unión Americana para el caso de los EEUU); conformando así un país que sería más grande cada vez..
Ésta última es indudablemente una opción no sólo utópica, sino además extrema, porque los más opuestos a ella seguramente serían los ciudadanos americanos. No me extrañaría que al final nos estuviésemos dando cuenta de que sería la única opción capaz de hacer el milagro; una colosal alternativa si las demás opciones, resultasen ser el perro tratando de morderse la cola, en materia de resolver el desorden global.
La marea no pinta nada fácil. A los políticos no les suena nada chévere la idea de que sus feudos nacionales tengan que ceñirse a condiciones establecidas por un ente gubernamental global. Los sentimientos nacionalistas de las masas son tanto el impulso de los políticos como el principal impedimento para que se difunda la urgencia y conveniencia del establecimiento de un ente gubernamental planetario con capacidad para poner la casa global en orden. La mayoría seguramente siente que la situación les es favorable lo suficiente como para que no haya por el momento demasiado porque preocuparse (y los pobres que nos vayamos al carajo, seguramente piensan).
Las compañías gigantes del ámbito empresarial mundial tampoco estarían muy interesadas en que su inmenso poder, que opaca en demasiadas ocasiones a las instituciones nacionales, se vea diezmado por acción de restricciones determinadas; aunque éstas fusen en pro del mejor interés global. Es inmoral desde cualquier punto de vista, y supremamente peligrosa para la estabilidad y la paz mundiales (y los derechos humanos), la concentración de la riqueza que está teniendo lugar y que tiende a incrementarse cada vez más.
A medida que los problemas globales se agudicen, políticos, empresarios y masas se concientizarían cada vez más de la necesidad de ceder terreno ante los entes de la gobernanza global. Pero los sentimientos nacionalistas y el agalludismo harían casi imposible la labor de un hipotético “ejecutivo global” y la realización de los ideales “sinfronteristas”. Confiemos en que, con la ayuda de Dios, no vamos a tener que esperar a que la solución sea el resultado de catástrofes de grandes proporciones; aunque el bendito nacionalismo (que no se debe calumniar porque cumplió su función) al parecer va a seguir dando guerra pa’ rato.
De no volverse realidad antes de que se consume la mencionada trasformación en el balance del poder mundial, el Mundo Sin Fronteras (del cual tan necesitado está nuestro amado planeta) se vería bastante más lejano como consecuencia de la probable guerra fría del futuro, (porque la pugna sería por la hegemonía de uno de los países…), y se habría desperdiciado una oportunidad clarita de que este sueño se realizase: una época en la que uno de los países del globo llegó a estar ubicado en posición tan de considerable ventaja en cuanto a hegemonía política, económica, tecnológica y militar como para que se hablase de un derecho natural en virtud a una preponderancia incuestionable: el derecho natural para liderar los esfuerzos tendientes a consolidar el Mundo Sin Fronteras en nuestro planeta.
Una época en la que uno de los países del globo llegó a estar en posición privilegiada para convocar las distintas fuerzas políticas globales; percatándose de los peligros que se aproximaban y del por qué de la necesidad de que todos los países contemplaran la posibilidad de conformar un ente gubernamental global, lo suficientemente sólido como para sortear con éxito los retos del futuro.
Una época que coincidió con la primera vez en la historia en que los problemas de la humanidad se percibían de gravedad tan enorme como para que fuese real, en el corto plazo, la probabilidad de extinción de la especie humana. No en vano, aparecieron recientemente rumores sobre (supuestos) planes de civilizaciones extraterrestres para rescatar a unos cuantos afortunados (llegado el caso); librando así al ser humano de la extinción total (aunque muchos juran y rejuran que estamos solos en el universo…).
No sabemos cuánto tiempo nos vaya a tomar a los habitantes de la Tierra el convencernos de que el Mundo Sin Fronteras es el camino más corto y menos beligerante para resolver problemas de tan grueso calibre como la concentración de la riqueza, la brecha entre países ricos y pobres, la superpoblación, el cambio climático, la deforestación, la carrera armamentista y tecnológica, la carrera espacial, etc. No obstante, si se llegase a producir una guerra fría del futuro (y ésta no significase la destrucción de la especie humana), el Mundo Sin Fronteras seguiría, de todos modos, siendo una necesidad sentida de nuestro amado planeta; para que los bienes y recursos pertenecientes a la humanidad sean distribuidos de manera equitativa (de acuerdo a las necesidades de la población), para que los grandes problemas que están aquejando a la humanidad (y los que puedan sobrevenir en el futuro) sean resueltos con prontitud y no en una danza de pies amarrados en la que nadie parece poder (o querer) dar el primer paso hacia las soluciones.
Me pregunto qué sucedería si pasan los siglos y nada que se ve llegar el Mundo Sin Fronteras. Aun con todo y lo sombrío del panorama, no creo en la destrucción total de la especie humana de manera fácil como se podría pensar. Pienso que tienen razón los que creen que, de alguna manera, el cataclismo se detendrá antes de la extinción total. ¿Pero qué tal si de tanto intentar, una y otra vez, por el método equivocado, llegase un momento en que el abismo no sea esquivo ya más? No es exagerado que un gobierno global, gobiernos nacionales o Naciones Unidas tengan planes preventivos para la conservación de la especie, por si el buen juicio llegase a estar ausente de las mesas de conversaciones donde los líderes mundiales deciden el futuro de la raza humana. Y si seres humanos de otro planeta tuviesen también planes de contingencia para eventualidades de tal naturaleza, benditos sean señores extraterrestres y benditos sean esos planes.
Es casi seguro que el sol un día se extinguirá y que la Tierra estará muerta y helada, como todos los seres vivos. Así pues, la especie humana deberá sin duda desaparecer. De todas las pesadillas, ésta es la más convincente. Y sin embargo, no la creo, porque creo que el mundo tiene un sentido y el hombre un destino. Los mundos pueden helarse y los soles apagarse. Pero, en el fondo de nosotros mismos, se agita alguna cosa que no puede perecer".[**]
P.D. Abril, 2017: El libro "Diseño Intelignte: Mensaje de los Diseñadores" dice en las páginas 298-299 que 144,000 personas serán salvadas al momento de un cataclismo final, el cual se espera que suceda pronto con un 99% de certeza; para que puedan repoblar la Tierra después de que ésta se haya vuelto nuevamente un lugar apropiado para la vida.
"Hasta que el total de esos hombres no fuera alrededor de ciento cuarenta y cuatro mil, haremos que le cataclismo final se retrase, a fin de alcanzar un número suficiente de humanos para volver a comenzar una nueva generación en la Tierra cuando ésta fuera de nuevo un lugar accesible para vivir."[***]